BIOGRAFÍA

Nací en Barcelona en 1957 y empecé a trabajar en el mundo empresarial a los dieciocho años. Tras licenciarme en el Colegio Universitario de Estudios Financieros de Madrid desarrollé mi carrera profesional viviendo en diferentes ciudades de España y del extranjero. Fui director regional de un banco extranjero en Cataluña y de una de las principales empresas constructoras nacionales en la zona de Cataluña, Levante y Baleares. También trabajé durante varios años como consultor independiente. Fueron muchas las cosas que aprendí allí, y una de ellas es que nadie te regala un buen sueldo y que el precio que has de pagar por él siempre es demasiado caro. Convencido de que aquello no era lo mío, empecé a escribir novelas como válvula de escape. Publiqué la primera, «La sabiduría del silencio», en 1992.

Una reestructuración empresarial me dejó con 45 años cumplidos en el paro y sin un duro. Estando en el paro empecé a hacer figuraciones y castings de publicidad para intentar llegar a fin de mes. En un año llegué a hacer más de doscientos cincuenta castings de publi (eran otros tiempos) y rodé bastantes anuncios. Tuve la suerte de que me llamaran para darle una réplica gestual a Christian Bale (todavía no había protagonizado Batman), que había venido a Barcelona a rodar The machinist. Verle actuar me impactó tanto que al día siguiente me matriculé en el Estudio de Formación del Actor de Nancy Tuñón y Jordi Olivé, donde estudié tres años siendo el «abuelo» de la escuela. A Pepa Fluviá, una de las profesoras del Estudio, sin duda le debo ser actor. Jamás podré agradecérselo lo suficiente. Viendo que esto de la interpretación me encantaba y que me llamaban para hacer muchos personajes secundarios, tuve claro que quería dedicarme a ello definitivamente.

Así que me olvidé del mundo de la empresa y de las falsas seguridades que siempre promete y me entregué de lleno al de la interpretación en la que, sin duda, ha sido la mejor decisión que he tomado en mi vida. He perdido un buen sueldo, sí, y a veces las paso canutas esperando un trabajo que no llega y teniendo que pagar un alquiler que no tengo o el recibo de un teléfono que me han cortado, pero por primera vez vivo de lo que me gusta, con gente sensible y creativa que piensa y siente como yo y, lo que es más importante, la palabra «Jefe» ha desaparecido de mi vida. Cambiar de chip y pasar de querer tener siempre más a necesitar cada vez menos ha sido una de las mejores lecciones que he aprendido de la vida. Cada día tengo más claro que el camino hacia la felicidad pasa por lo que un sabio me dijo un día: «Todo cuanto retuve lo perdí; solo me queda lo que di»