¿Qué es el teatro? ¿Debe reflejar la realidad? ¿Es verdad o es mentira? ¿Qué es la verdad? ¿Para qué sirve en un mundo dominado por el egoísmo y la barbarie? ¿Puede vivir de espaldas a lo que pasa? ¿Debe dejarse penetrar hasta lo más hondo por lo que sucede a su alrededor? ¿Está condenado a vivir en el aséptico y cómodo aislamiento de un escenario o debe salir y vivir en la calle? ¿Pueden creadores y artistas limitarse exclusivamente a entretenernos o deben buscar algo más? ¿Cuál es el compromiso del creador con el arte y con la sociedad? ¿Es lícito no hacer preguntas que nos cuestionen? ¿Lo es dar respuestas que nos manipulen? ¿Existe un teatro no político? ¿De verdad hay algo en nuestras vidas que no sea un acto político? Estas y muchas más preguntas son las que nos hacen Lorca y Alberto Conejero desde el escenario y la platea del Teatro Español en la puesta en escena de “El sueño de la vida” dirigida por Lluís Pasqual, que acaba de estrenarse. A partir del primer acto de la “Comedia sin título” que Lorca estaba escribiendo cuando le fusilaron y que quedó inconclusa, Conejero ha escrito los dos actos que nunca llegó a escribir el poeta: “Aunque la pregunta que espero de todo el mundo y que yo mismo me he ido planteando a lo largo del proceso es ¿Cómo te atreves? Debo decir que ha sido un ejercicio de amor a Lorca por mi parte. Pero también necesario por la vigencia de lo que propone. Le preocupaba la desigualdad social, el ascenso del fascismo. Son temas que se encuentran de nuevo en pleno auge en Europa y que nos llevan a planteamientos similares…Lo he escrito porque lo necesitaba, aun sabiendo que podía generar algunas incomprensiones, pero de eso habla precisamente “Comedia sin título” … Los escritores somos todas las lecturas que nos han precedido y han ido conformando nuestra voz…El juego es algo sagrado que debemos defender en este imperio de lo útil, lo necesario y lo productivo. El conflicto sobre la verdad en el teatro y el amor se intenta aquí abriendo las puertas del teatro a los anhelos revolucionarios por un mundo más justo, pero también a las fuerzas más conservadoras y agresivas… La “Comedia sin título” es una obra de teatro que siempre estará por escribirse. Ésa es su potencia y yo no he pretendido clausurarla, pero durante años me asomaba a la última línea del manuscrito como quien se asoma a la marea porque oye una voz que lo llama desde adentro. “El sueño de la vida” no pretende dar fin a la “Comedia sin título”, tampoco pretende ser una reescritura. “El sueño de la vida” es un nuevo texto escrito en un vacío infinito, un diálogo entre lo que fue y lo que no pudo ser…Es insufrible un teatro que dé la espalda a la realidad de su tiempo (“no quiero que se derrame sangre verdadera junto a los muros de la mentira”) pero ¿qué poesía se sobrevive doblegada ante la pólvora y los estrados?”
Junto a “El público” y “Así que pasen cinco años”, “Comedia sin título” debía formar parte de una trilogía teatral conocida como “teatro imposible” que el asesinato de Lorca nos robó para siempre. El surrealismo y una honda preocupación sobre el papel que el teatro debía jugar en la sociedad representada como en este caso a través del metateatro, eran constantes en sus últimos años de vida. Es de agradecer, y mucho, que un autor joven como Alberto Conejero se haya atrevido a indagar en lo que pudo haber sido y no fue, y también lo es que un director como Pasqual, que dirigió la primera puesta en escena del primer acto de la “Comedia sin título” en el María Guerrero en 1989, se haya puesto al frente de este montaje que cuenta con alguno de los actores que ya estuvieron en aquel montaje, como César Sánchez, o Juan Echanove prestando ahora su voz al poeta.
Un excelente reparto da vida a unos personajes cargados de simbolismo en ese difícil juego con la muerte presente a lo largo de toda la obra. Todos están maravillosos. Los dos papeles protagonistas, el del autor/director y el de Elena, la prima donna de la compañía, son interpretados por dos verdaderos monstruos de la escena: Nacho Sánchez, pura emoción y verdad escénica, y Emma Vilarasau, sin duda una de las mejores actrices de nuestra historia teatral. Es en ellos, a través de ellos, donde vivimos el terrible conflicto que plantea “El sueño de la vida”, una obra que cuestiona, nos cuestiona, desde la primera frase. En ese teatro que es la vida ¿debemos abrir las puertas a la realidad? ¿Debemos abandonar nuestro espacio de seguridad y confort para dar entrada a quienes sufren? ¿Puedo permanecer ajeno a lo que pasa a mi alrededor, no tomar partido?
La puesta en escena que proponía Lorca en su primer acto era revolucionara cuando la escribió eliminando la frontera que separa escenario de platea, público de actores. También lo fue el montaje que hizo en 1989 Lluís Pasqual que, literalmente, destrozaba el escenario bajo los bombardeos. En esta ocasión es mucho más sobria y simbólica, un retorno a las tablas, intérpretes y texto que son la esencia del teatro, del verdadero teatro.
“El sueño de la vida” es un canto al teatro, al compromiso con el teatro, al imprescindible compromiso del teatro con la sociedad en la que vive, y eso es algo que todos, absolutamente todos los intérpretes que están en escena, tanto los dieciséis actores como los dos músicos, transmiten en todo momento. Sin duda estamos frente a un texto y un montaje que reflejan lo que hoy estamos viviendo, ese auge del fascismo que nos amenaza a todos, y sin duda estamos frente a un teatro público, el Español, que da un decidido paso al frente para empujarnos a que busquemos las respuestas a todas esas preguntas, las respuestas que nos pueden salvar de la barbarie que se avecina.