Las huelgas se hacen para reivindicar los derechos de un grupo o colectivo que está sufriendo un trato injusto. Parece inadmisible que quienes entienden que se hagan huelgas para pedir mejoras salariales o derechos sociales se escandalicen porque las mujeres quieran hacer una huelga de mujeres con motivo del 8M, día internacional de la mujer. Las mujeres son injustamente tratadas en todas partes del mundo. Y ese trato injusto va desde que cobren menos por el mismo trabajo a que las asesinen, pasando por discriminarlas laboralmente, marginarlas socialmente y ningunearlas personalmente. El patriarcado de nuestra sociedad, presente en los cinco continentes, se basa en explotar a la mujer por el simple hecho de serlo, explotarla en el ámbito familiar, en el social, en el laboral, y hasta en la propia intimidad llegando a convertirlas en mero objeto de placer sexual del macho. Esta es la realidad que, vestida, desnuda o disfrazada, rige el mundo hoy.
Si hay una discriminación de libro esa es la que sufre la mujer, y si hay una injusticia de libro, es la negación que el patriarcado hace de esta discriminación. Si hay una discriminación generalizada, esa es la que padece la mujer, y si hay una negación generalizada de la realidad, esa es la que el patriarcado hace de esta discriminación. Es un hecho que el machismo está tan presente en nuestra sociedad y tan consolidado que hemos dejado de verlo en cosas cotidianas que, a fuer de ver repetidas, dejan de llamarnos la atención. Es dramático, pero así es. Una redada racista en la calle es algo contra lo que podremos actuar o no, pero es algo que no podemos dejar de ver porque es imposible no ver a unos policías blancos deteniendo y pidiendo la documentación exclusivamente a los ciudadanos y ciudadanas que tienen un aspecto físico diferente al nuestro. Sin embargo, el machismo que nos rodea está tan aceptado en nuestra sociedad que hemos acabado por no verlo, y eso en el mejor de los casos, porque son muchas las voces, tanto masculinas como femeninas, que defienden el patriarcado con argumentos deplorables cuando no execrables. Atacar el feminismo, desvirtuarlo, negar su fundamento, insultarlo calificándolo de feminazi o similares, o pretender una equidistancia absurda por inexistente, son muestras que tenemos a diario de la defensa a ultranza del heteropatriarcado. Igual que vivimos un racismo institucional, vivimos un machismo institucional, quizá más arraigado incluso que el racismo en la mayor parte de nuestras instituciones. Hay personas que son ciegas al machismo, que no lo ven porque no están sensibilizadas o porque no han aprendido a verlo. La ignorancia es superable, pero hay otras personas que, siendo plenamente conscientes de la realidad machista que rige esta sociedad, utilizan uno y mil argumentos para negar su existencia. Lo suelen hacer disfrazando sus argumentos con los de la defensa de los derechos humanos (“yo no soy machista ni feminista, yo defiendo los derechos humanos porque todos somos iguales”, etc.) Y también lo hacen esgrimiendo cínicamente las cacareadas denuncias falsas a pesar de ser plenamente conscientes de que esas denuncias no alcanzan ni el uno por ciento de los casos. Y también hay quien lo hace con esa condescendencia propia del patriarcado que viene a decir “pobrecitas mujeres, dejemos que hagan su huelga y que se queden tranquilas” Estos defensores a ultranza del heteropatriarcado, disfrazados incluso a veces de apariencia feminista, suelen apoyar de boquilla a las mujeres aunque lo que en realidad hacen es lo imposible para que jamás consigan nada.
Que los hombres apoyemos esta huelga es fundamental, pero eso no quiere decir que hagamos la huelga nuestra. Esta huelga es de las mujeres, es de ellas porque ellas son el colectivo discriminado que exige justicia. Si nosotros, los hombres, hiciéramos huelga, lo que haríamos es convertir esta huelga feminista en una huelga general, desvirtuándola de su verdadero contenido y razón de ser. Esta es su huelga, la de las mujeres, y nuestro papel como hombres ha de ser el de respetar su derecho, entender lo que nos dicen, escucharlas, aprender a ver la realidad con su mirada y atrevernos a dejar que, con huelgas como esta, nos quiten la venda de los ojos, esa venda tras la que no vemos o no queremos ver, esa venda tras la que nos protegemos y defendemos un sistema discriminatorio e injusto que privilegia al hombre sobre la mujer y a los heteros sobre el resto de identidades, tendencias, gustos y variables sexuales.
En esta película ellas son las Espartacas, las protagonistas de la historia, las esclavas que se rebelan, y nosotros los carceleros, los tratantes, los soldados o los emperadores que, voluntaria o involuntariamente, las hemos tenido sojuzgadas y que, a fuer de verlas, de convivir con ellas, de huelgas como la del 8M, finalmente nos damos cuenta de la realidad y abrimos nuestros ojos a esa realidad que nos enseña que todas las personas son iguales en dignidad y en derechos y que juntas podemos conseguirlo. Aunque no lo creamos, nos va la vida en ello. Son valores considerados hasta ahora como femeninos los que nos salvarán. El mundo basado en la competición debe dejar paso, si quiere seguir existiendo, al mundo basado en la cooperación. El mundo será feminista o no será porque, como decía Nelson Mandela, las mujeres raramente emplean la violencia para resolver un problema, mientras los hombres raramente dejan de hacerlo.
A las mujeres les queda un largo camino por recorrer para alcanzar la equidad. A nosotros también. Y para hacerlo debemos atrevernos a descubrir las nuevas masculinidades que se abren ante nosotros. Hemos andado por la vida ofreciendo respuestas para todo porque, en nuestra ignorancia, creemos que todo lo sabemos. La realidad nos enseña que estamos en una nueva era, la de las preguntas. Y ahí ellas nos llevan años luz. Jorge Wagensberg, que falleció ayer, decía que cambiar de respuesta es evolución, pero cambiar de pregunta revolución. Es tiempo de preguntas, de muchas preguntas, de todas las preguntas… Escuchar a las mujeres puede ayudarnos a dar los primeros pasos en ese camino del que nunca deberíamos habernos apartado. Que sean estos versos de Gioconda Belli los que orienten esos pasos:
EL HOMBRE QUE ME AME
I
“El hombre que me ame
deberá saber descorrer las cortinas de la piel,
encontrar la profundidad de mis ojos
y conocer la que anida en mí,
la golondrina
transparente de la ternura.
II
El hombre que me ame
no querrá poseerme como una mercancía,
ni exhibirme como un trofeo de caza,
sabrá estar a mi lado
con el mismo amor
con que yo estaré al lado suyo.
III
El amor del hombre que me ame
será fuerte como los árboles de ceibo,
protector y seguro como ellos,
limpio como una mañana de diciembre.
IV
El hombre que me ame
no dudara de mi sonrisa
ni temerá la abundancia de mi pelo
respetará la tristeza, el silencio
y con caricias tocara mi vientre como guitarra
para que brote música y alegría
desde el fondo de mi cuerpo.
V
El hombre que me ame
podrá encontrar en mí
la hamaca para descansar
el pesado fardo de sus preocupaciones
la amiga con quien compartir sus íntimos secretos,
el lago donde flotar
sin miedo de que el ancla del compromiso
le impida volar cuando se le ocurra ser pájaro.
VI
El hombre que me ame
hará poesía con su vida,
construyendo cada día
con la mirada puesta en el futuro.
VII
Por sobre todas las cosas,
el hombre que me ame
deberá amar al pueblo
no como una abstracta palabra
sacada de la manga,
sino como algo real, concreto,
ante quien rendir homenaje con acciones
y dar la vida si necesario.
VIII
El hombre que me ame
reconocerá mi rostro en trinchera
rodilla en tierra me amara
mientras los dos disparamos juntos
contra el enemigo.
IX
El amor de mi hombre
no conocerá el miedo a la entrega,
ni temerá descubrirse ante la magia del
enamoramiento
en una plaza pública llena de multitudes
Podrá gritar: te quiero
o hacer rótulos en lo alto de los edificios
proclamando su derecho a sentir
el más hermoso y humano de los sentimientos.
X
El amor de mi hombre
no le huirá a las cocinas
ni a los pañales del hijo,
será como un viento fresco
llevándose entre nubes de sueño y de pasado
las debilidades que, por siglos, nos mantuvieron
separados
como seres de distinta estatura
XI
El amor de mi hombre
no querrá rotularme o etiquetarme,
me dará aire, espacio,
alimento para crecer y ser mejor,
como una Revolución
que hace de cada día
el comienzo de una nueva victoria”