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BOZA MALENO

Helena Maleno es una mujer libre, comprometida y valiente que ha dedicado su vida a salvar vidas. Es una activista y periodista española que vive en Tánger (Marruecos) para relatar en primera línea el drama de las personas migrantes que intentan llegar a nuestro país. Desde allí, a través de su organización CA-MINANDO FRONTERAS, dedica su vida a empoderar a las personas migrantes, a asesorarles sobre sus derechos, a denunciar las injusticias y atropellos que sufren a diario, a luchar contra la trata de seres humanos, a aplicar una perspectiva de género en el estudio de las políticas migratorias, a denunciar los abusos de la policía marroquí de la que ella misma ha sido víctima, a denunciar a la guardia civil por el caso que costó la vida a 14 personas en la playa ceutí de El Tarajal, a avisar a Salvamento Marítimo cuando alguien le llama para informarle de que hay una patera desaparecida o en problemas, a informar a las familias de quienes se han ahogado intentando arribar a nuestras costas, asesorándolas en todos los trámites administrativos y legales que deben cumplir, colaborando incluso en la identificación de los cuerpos y ayudando a que sean enterrados según sus creencias y el deseo de sus familias si no han podido desplazarse o repatriar el cadáver. Sin duda Helena es un referente internacional de la defensa de los derechos humanos. Su compromiso ha hecho que cuando alguna patera se siente en peligro su teléfono sea el primero al que llaman porque saben que ella movilizará a salvamento marítimo sea la hora que sea. Por eso suele ser ella quien hace las llamadas pidiendo auxilio. Ha desarrollado su trabajo para el defensor del pueblo español, CEAR, SOS Racismo y otras muchas entidades Su trabajo ha sido premiado por el Consejo General de la Abogacía y la Unión Progresista de Fiscales. Sin embargo, la policía española lleva años intentando incriminarla en delitos como tráfico de personas o inmigración ilegal. La propia fiscalía de la audiencia nacional desestimó los informes que le presentó la policía española en abril de este mismo año ya que no apreciada indicio alguno de delito en la labor humanitaria de Helena. No es casualidad que, cerrada la posible vía judicial en España, esta semana un tribunal marroquí la haya citado a declarar para investigar su posible relación con el tráfico de personas basándose precisamente en los informes que en su día le remitió la policía española sin que nadie los hubiera requerido. Esta es la realidad de lo que está ocurriendo en nuestro país, un país en el que se criminaliza a quien defiende la justicia y los derechos humanos. El caso de Helena Maleno nos demuestra que hoy en día salvar vidas puede costarte hasta 14 años de cárcel.

La política de fronteras de nuestro país es de las más duras y restrictivas que existen en el mundo. Nada tenemos que envidiar a la que practican países como Hungría con los refugiados que intentan llegar a la Unión Europea. Nuestro gobierno ha llegado a modificar sus leyes para intentar dar amparo a una práctica que viene aplicando desde hace años en la frontera sur: la de las expulsiones en caliente. Son esas escalofriantes imágenes que vemos en las vallas de Ceuta o Melilla en las que los inmigrantes que consiguen saltarlas son detenidos por nuestra policía y expulsados de territorio español incumpliendo la legalidad internacional y cuantos acuerdos tiene firmados nuestro país sobre régimen fronterizo, protección y asilo. Como la vulneración de la legislación internacional era tan evidente que no podía negarse, el gobierno decidió modificar la ley y pasó a considerar que nuestra frontera no empezaba donde tenemos la valla, sino unos metros más atrás, donde se formase el cordón policial que negase la entrada a quienes habían saltado la valla. Este cambio no le ha servido a nuestro gobierno para impedir que las denuncias internacionales sigan llegando, pero eso poco o nada parece importarle ya que sigue haciendo lo que ha hecho siempre: ignorarlas y seguir expulsando ilegalmente a esas personas.

La situación de las personas migrantes en Marruecos, país al que abonamos cada año ingentes cantidades de dinero para que realice el trabajo sucio de frenarlas e impedir que pasen a nuestro país, es aterradora. Las violaciones de derechos humanos son continuas, como ha denunciado una y mil veces la propia Helena Maleno. Palizas, agresiones sexuales y violaciones realizadas por la propia policía marroquí o por grupos de hombres marroquíes que actúan con total permisividad por parte de la policía son constantes. Y es allí donde Helena realiza su trabajo, sola, a pie de campo, en primera línea. Por eso ella misma ha sufrido estas agresiones y vejaciones.

Que a una mujer como ella puedan ahora intentar acusarla de estar relacionada con las redes de tráfico de personas es no solo increíble y disparatado, sino absolutamente infame. Hay que estar enfermo, muy enfermo, o tener mucha mala leche, para acusar de algo así a quien, precisamente, se juega la vida para acabar con ello. Tras las vallas y muros que construye la Unión Europea, con España a la cabeza, se van quedando cada día los principios y los valores sobre los que se fundó. Negar la entrada a las personas migrantes, diferenciar siquiera entre refugiados y migrantes económicos, demuestra que en esta Europa que construimos a diario con nuestro voto o nuestro mirar a otro lado, poco o nada queda de valores como ética o justicia. Las leyes que aprobamos a diario han encarcelado a la justicia, y los muros cada vez más altos que construimos creyendo que nos protegen nos han encerrado en una prisión sin siquiera habernos dado cuenta.

Somos lo que hacemos, y más en una sociedad como la nuestra que no nos da tiempo a reflexionar, una sociedad en la que la estulticia, el egoísmo y el miedo se erigen como supremos valores, una sociedad que ensalza a corruptos y mediocres mientras condena a los héroes cada vez más escasos que aún pueden salvarla de su propia destrucción. Personas como Helena son un chaleco salvavidas no para las personas que intentan llegar aquí a nado, sino para nosotros que nos ahogamos en nuestra ignorancia sin siquiera saberlo.

¿En qué país vivimos? ¿Cómo es posible que hayamos llegado a una perversión tal en la que se utiliza la ley para perseguir a la justicia? ¿Cómo permitimos que se criminalice y hasta condene a quien dedica su vida a ayudar a los demás? ¿Qué pasa en un país en el que personas como Helena pueden acabar en la cárcel por ser solidarias y comprometidas, por defender los derechos humanos, por defender a quienes les necesitan? ¿Quién es el responsable de esta barbarie? No miremos a los políticos, no, somos nosotros, con nuestro voto y nuestro mirar a otro lado, quienes hemos creado esta aberración. La autoridad puede delegarse, la responsabilidad nunca.
Las palabras de Helena al recibir el premio Nacho de la Mata a los Derechos Humanos del Consejo General de la Abogacía Española en 2015 deberían ser enmarcadas y colgadas en las paredes de todas las audiencias, comisarías y ministerios de nuestro país:

“Si me ahogo en un mar de lágrimas durante este discurso, permitidme que lo haga, como se ahogó Prince, de dos años, en los brazos de su madre en El Estrecho de Gibraltar en diciembre de 2014. Salvamento de Tarifa esperó a que fuesen rescatados por Marruecos.
Si me falta el aliento en algún momento permitídmelo también, como le faltó a Brahim, de 15 años, costamarfileño, que durante tres horas y bajo un sol de justicia, arriba de la valla de Melilla gritaba pidiendo asilo a los agentes de la guardia civil. A Mamadou, de 16 años también le rindió el cansancio, cuando sufrió una devolución en caliente en la valla de Ceuta, y así, herido por las concertinas, regresó al bosque.
Si no soy políticamente correcta permitídmelo, como no lo pueden ser ni Joey, ni Gift, ni Susanne, a los que los sistemas de protección las dejaron sin sus hijos sólo por ser víctimas de la trata. Permitidme también ser utópica esta noche, como lo fueron Mohamed, 17 años, e Ibrahima, de 15, que tras un año de estar tutelados por los servicios de menores de Melilla, fueron devueltos a Nador de forma ilegal a través de las pequeñas puertas de la valla. Porque ellos fueron valientes y volvieron a cruzar de nuevo, y se presentaron ante un juez para explicar que sus derechos habían sido vulnerados.

Así que yo también como ellos quiero creer en la utopía y pensar que con este premio todos y todas estamos diciendo NUNCA MÁS. NUNCA MÁS las políticas del miedo, las de las FRONTERAS que violaron los derechos de la INFANCIA MIGRANTE. Permitidme creer que si las democracias se olvidan de sus compromisos con los derechos humanos, habrá abogados, fiscales y jueces que se los obliguen a cumplir.
Gracias a la Memoria de Nacho por seguir haciendo posible milagros. Gracias a la valentía del Consejo General de la Abogacía dando premios como éste en momentos políticos tan difíciles. Gracias a todos los compañeros y compañeras de vida que están ahí cada día defendiendo que tenemos derecho a un mundo más justo. Vosotros y vosotras sabéis quiénes sois. Gracias, no en mi nombre. Gracias en nombre del papá de Prince, de Brahim, de Mamadou, de Joey, de Gift, de Suzanne, de Mohammed, de Ibrahima, y de muchos otros y otras que están presentes en nuestros corazones esta noche”.

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