Que esto se va al carajo ya pocos lo dudan. La incógnita ni siquiera está en saber cómo o porqué, sino solo en cuándo, y ya con poco margen de error. Nos estamos cargando el planeta y seguimos mirando a otro lado, permitiendo que las grandes corporaciones transnacionales marquen la agenda política y nuestros políticos pretendan combatir el cambio climático soplando vacías promesas al viento. Cuando esto ya no tenga remedio nos preguntaremos cómo fue que dejamos que pasara, porqué no lo impedimos cuando pudimos. Y nuestros hijos recordarán a Camus al pensar en nosotros cuando dijo: “Les desprecio profundamente porque pudiendo hacer tanto, hicieron tan poco”
Desde que cayó el muro de Berlín el neoliberalismo ha impuesto su dictadura y hace que vivamos en un mundo al revés: pensábamos que cayendo aquel muro el mundo se liberaría y viviría en paz y en libertad pero desde aquel día no hemos hecho más que construir más y más muros que condenan a la muerte a quien no los puede saltar y al suicidio a los que nos hemos quedado dentro en esta muerte inevitable a la que nos lleva un sistema basado en crecer cuando los recursos son limitados. Los primeros gritos de alarma vienen ya de los lejanos años sesenta, pero nadie les hizo caso, como tampoco se lo han hecho a la comunidad científica que ha venido alertando del exterminio de nuestra especie si no cambiamos radicalmente nuestro comportamiento como sociedad. No es casualidad que la causa última de todos los gravísimos problemas que nos amenazan esté en el capitalismo desenfrenado al que nos ha llevado el neoliberalismo desde los años de Thatcher y Reagan: la crisis ecológica global, la desigualdad económica y social origen de guerras, muerte y desolación, la constante pérdida de valores humanistas, santificar la especulación y el beneficio económico a corto plazo por encima de todo lo demás… vivimos el fin de un modelo de civilización que amenaza con llevarse todo por delante. En apenas doscientos años hemos consumido los recursos que la tierra ha tardado millones de años en crear. La población actual del planeta es 7 veces superior a la de hace solo doscientos años, una persona de hoy consume y contamina cinco veces más que una de entonces y además ahora tenemos una esperanza de vida que triplica a la de aquella época. El sistema capitalista se ha basado en dos grandes mentiras que nos han llevado irremisiblemente a esta situación: convencernos de que se puede crecer ilimitadamente, aún en un mundo de recursos limitados, y no incluir en la contabilidad de las empresas los costes ecológicos de su actividad, lo que ha provocado que generemos una deuda ecológica impagable con la parte empobrecida de la humanidad y con las generaciones futuras. Desde que existe la vida en la tierra ha habido cinco extinciones masivas de especies vivas. Estamos viviendo la sexta y, por primera vez, la ha causado una especie determinada, la nuestra.
Es peligrosísimo que la humanidad esté hoy jugando a la ruleta rusa, pero lo es mucho más ver que su ignorancia o su egoísmo la lleva a jalearse a sí misma al hacerlo.
Nos han vendido que no hay alternativa, se han burlado de quienes con conocimiento de causa alertaban de lo que iba a pasar y a quienes osábamos discrepar de la opinión dominante impuesta nos gritaban “¡Es el capitalismo, estúpido!” Confío en que movimientos como los de los jóvenes que hoy se levantan en todo el mundo consigan evitar la catástrofe abriendo los ojos de quienes nos han abocado a esta hecatombe y que los responsables al fin entiendan lo que de verdad pasa: “¡Es la vida, estúpido!”