Muchos están ya solos, achaques y recuerdos son sus únicos compañeros. Les vemos sentados en los bancos, pasear por el parque, dejar que la mirada se pierda en el horizonte buscando, quizá, lo que pudo haber sido, buscar ese resquicio de sol que les da la vida… Otros, los más afortunados, pueden jugar con sus nietos, volver a ser aquellos niños que, parece que fue ayer, también se asombraban frente a todo y con todo. Ese regreso a la infancia, ese renacer a la emoción es algo que solo pueden darles sus nietos y que solo sus nietos pueden entender. Juntos crean un código secreto que les permite adentrarse en su universo privado, un universo de risas y juegos, de inocencia recobrada, un universo donde palabras como amor o alegría cobran todo su significado. Pocas voces como la de Carmen Castellote han sabido cantar a ese universo precioso aunque las más de las veces efímero que creamos en nuestra infancia y que, con el calor del fuego lento, abana nuestros recuerdos durante toda la vida.