A diario nos desgarra el alma escuchar noticias sobre los jóvenes que mueren intentando cruzar la frontera sur, ese muro de injusticia y muerte al que condenamos a quienes intentan venir a nuestro país. No vienen porque este país sea un paraíso, vienen porque el suyo es un infierno. No hay efecto llamada, tan solo huida, desesperada huida. Hoy quiero hablar de otra frontera que, como esta, la han construido los amos de la intransigencia y la intolerancia, los dueños de la mentira que llaman verdad, los descendientes de quienes ganaron una guerra que nunca debió haberse producido. Es la frontera olvido, inhumana frontera tras la que los salvapatrias condenan a la ignominia y la no existencia a quienes dieron su vida por defender valores como libertad, democracia o justicia. Algún día, y no será tarde, la memoria democrática y el respeto a los derechos humanos derribarán esa frontera construida durante ochenta años por quienes cometieron crímenes de lesa humanidad durante la dictadura y por quienes los silencian, por quienes hablan de la existencia de barbaridades cometidas por los “dos bandos”, por quienes equiparan un gobierno legítimo con uno golpista, por quienes defienden la legitimidad de una dictadura surgida de un golpe de estado, por quienes acusan de rebelión a quienes defendieron el orden democrático y legítimo de la República, por quienes hoy nos dicen que hay que mirar al futuro y que de nada sirve mirar al pasado. Tras esa frontera yacen, enterrados en fosas y cunetas, más de cien mil inocentes que fueron asesinados impunemente, cien mil vidas cercenadas y condenadas al olvido.
Cuarenta años de mentiras y cuarenta de ocultación de la verdad son los sólidos cimientos sobre los que se ha levantado la frontera olvido. Nadie que anteponga los derechos humanos a todo lo demás puede permitir la existencia de esta frontera pero, sin embargo, son muchos quienes lo hacen, quienes la construyen ladrillo a ladrillo, muchos quienes quieren mantenerla en pie. Que el nuestro sea el único país europeo que no ha podido juzgar los crímenes de la dictadura que padeció no es casualidad. Franco, a diferencia de Hitler o Mussolini, estuvo 40 años en el poder, la transición fue una gran pantomima en la que fascistas confesos se convirtieron en demócratas de toda la vida de la noche a la mañana a cambio de que no se les juzgara, y ni un solo partido, en los cuarenta años de democracia, se ha atrevido a afrontar con coraje y determinación la verdad de lo que pasó. Negando la verdad, ignorando lo que ocurrió, estamos construyendo ese futuro del que jóvenes políticos nos hablan hoy. Negro será un futuro construido sobre la injusticia, la mentira y el olvido. Si no somos capaces de conocer la verdad y juzgarla, jamás podremos construir una sociedad que no esté dividida, que no tenga sus heridas permanentemente abiertas.
Cuando hoy vemos resurgir el fascismo en tantos y tantos países deberíamos preguntarnos por qué no somos ese faro que advierte de sus peligros ya que lo padecimos durante cuarenta años, a diferencia de países como Alemania o Italia, que solo lo sufrieron durante poco más de una década. Si no lo somos es porque jamás lo superamos, es porque sigue vigente en muchas mentes e instituciones de nuestro país. Ver como está la justicia, soportar la progresiva falta de libertades y comprobar la descarada permisividad hacia los gestos, acciones y signos de la extrema derecha son tan solo una muestra de que jamás superamos la dictadura. Por eso no somos ni podemos ser faro de nada ni de nadie. Ni una sola generación de este país ha sido educada para conocer la verdad de lo que ocurrió, en ninguno de nuestros planes de estudios se han llegado a tratar a fondo la República, la dictadura y la transición. Nos quedamos en los reyes godos. Por eso para tantos y tantos jóvenes hablar de memoria histórica, de memoria democrática, es hablar de las batallitas de los abuelos. Y así nos va. Como decía el personaje del maestro encarnado por Fernán Gómez en «La lengua de las mariposas», basta con que una sola generación de este país sea educada en libertad para que seamos libres para siempre. Pero son muchos y muy poderosos los que no quieren que lo seamos.
Esta es la razón por la que el año pasado un grupo de cineastas nos reunimos para crear un festival internacional de cine por la memoria democrática, FESCIMED. Para ello constituimos una Asociación, la Asociación Arte y Memoria, desde la que organizamos el festival. Nuestro objetivo era dar a los jóvenes una llave, el cine, que les permitiera abrir la puerta de la memoria y descubrir lo que hay detrás, eso que nos han escondido y silenciado tantos años. Si a la primera edición se presentaron 250 cortometrajes de 32 países, en la de este año son 355 los inscritos y de 39 países. Muchos están hechos por jóvenes que, gracias a los cortos que han hecho, han descubierto una realidad que ignoraban, la de sus propios abuelos y bisabuelos que fueron represaliados por defender valores como libertad, democracia o justicia. Más de la mitad de los trabajos recibidos están hechos en nuestro país, claro indicador de que la memoria democrática es un tema que interesa, que cada día es más necesario y que cada día está más cerca el derribo de la frontera olvido.
Junto a los cortos seleccionados en el festival proyectamos varios largometrajes que acompañan a coloquios sobre temas relacionados con la memoria democrática. Los de la edición del año pasado fueron sobre la pena de muerte, con la proyección de la película “Salvador” y la participación de Merçona Puig Antich, hermana del último ejecutado a garrote vil en España, y Manuel Blanco Chivite y Pablo Mayoral, dos de los últimos condenados a muerte por el franquismo cuya condena fue conmutada en el último momento mientras a cinco compañeros suyos los fusilaron el 27 de septiembre de 1975. El documental “Las maestras de la República” dio pie al coloquio sobre el papel de las maestras y la represión que sufrieron y la necesidad de abordar la memoria en nuestros planes de estudio. Participaron en aquel coloquio Pilar Pérez Lozano, directora del documental, Cristina Almeida, Jaime Ruiz, Luz Martínez Ten e Hilda Farfante, maestra e hija de maestros asesinados por el franquismo.
En la edición de este año serán tres los coloquios que tendremos. En el primero, sobre la resistencia al franquismo, que será acompañado por la película “SILENCIO ROTO”, intervendrán Montxo Armendáriz, director de la película, Puy Oria, su productora, y Quico Martínez López, el último guerrillero del Bierzo que, a sus 93 años, se desplazará expresamente desde Alicante para recordarnos que fue guerrillero contra Franco y ahora lo es contra el olvido. El pase de la película y el coloquio estarán dedicados a un gran actor y aún mejor persona que participó en «SILENCIO ROTO» y que siempre defendió su firme compromiso con la verdad, la justicia y la reparación a las víctimas del franquismo, Álvaro de Luna, recientemente fallecido. El segundo coloquio será introducido por un documental realmente excepcional: “GURS, HISTORIA Y MEMORIA”, de la joven directora Verónica Sáenz, que cuenta la visita de un grupo de estudiantes de bachillerato al campo de refugiados de Gurs, en el sur de Francia, donde fueron internados los republicanos españoles que huyeron al exilio que luego fue convertido en campo de concentración de judíos en la Francia ocupada. Conocer aquella realidad llevó a la directora a darse cuenta de que la historia no ha cambiado tanto y que hoy son los refugiados quienes están padeciendo el mismo sufrimiento. En el coloquio, además de la directora, intervendrán Anabel Beltrán, productora de la película, Fernando Yarza, profesor del Instituto que llevó a los estudiantes a Gurs, Jaime Ruiz, presidente de la plataforma por la comisión de la verdad, Fernando Martínez, Director General de Memoria Histórica del Ministerio de Justicia y Estrella Galán, directora del Comité Español de Ayuda al Refugiado (CEAR). El tercer coloquio abordará la situación de dos colectivos perseguidos por la dictadura, el de los artistas y el LGTB. Vendrá precedido por el estreno en España del documental “CELIA Y MIGUEL, CAMINOS OPUESTOS”, de Jesús R. Delgado, que cuenta la historia paralela de Celia Gámez, que vino de Argentina a triunfar en la España franquista y Miguel Molina, que se exilió en Argentina huyendo de esa dictadura. En el coloquio intervendrán, además del director de la película, Arantxa Miranda, vocal de delitos de odio de la FELGTB, Federico Armenteros, presidente de la Fundación 26 de diciembre y el escritor y periodista Antonio Castro.
Este año, desde la Asociación Arte y Memoria hemos querido instaurar un premio dedicado al compromiso con la memoria y los derechos humanos. Lleva el nombre de Lola González porque en ella están los valores de tantas y tantas personas anónimas que han dedicado y dedican su vida a luchar por la verdad y la justicia. Lola murió hace tres años. Su vida estuvo marcada por la barbarie de la dictadura y de los primeros años de la transición. Era la compañera de Enrique Ruano, joven estudiante de derecho que, en 1969, fue detenido y arrojado por una ventana por la policía franquista. Años después rehízo su vida y se casó con Javier Sauquillo, uno de los abogados asesinados en el atentado de la ultraderecha en el despacho de la calle Atocha donde Lola fue gravemente herida. Dedicó su vida a luchar por los más débiles, por los perseguidos, por quien la pudiera necesitar, y lo hizo siempre sin odio ni rencor. Lola reúne todos los valores que quiere transmitir un festival como FESCIMED, que se celebrará del 14 al 17 de noviembre en la cineteca del Matadero con entrada gratuita hasta completar aforo.
Hay algo que es muy especial para quienes hemos creado este festival: nuestros trofeos. Realizados artesanalmente por Amparo Climent, que además de actriz, directora de cine y alma de este festival es artista plástica, constan de una peana de madera hecha con traviesas de tren que simboliza, a través de los anillos de la madera, el paso del tiempo, y una pequeña piedra de un lugar tan emblemático y simbólico como Brunete, escenario de una de las batallas más importantes en la defensa de Madrid. Es nuestra forma de recordar que, pese al paso del tiempo, la memoria permanece y que, tarde o temprano, la verdad derribará la frontera olvido.