Tras ver la crónica de la muerte anunciada del posible gobierno de coalición PSOE/UNIDAS PODEMOS necesito, cuando menos, expresar el disgusto, la desazón y el cabreo que tengo. Mi dignidad y mi derecho al pataleo no me los quita nadie. ¿Cómo entender que Pedro Sánchez se presentara a la sesión de investidura habiendo negociado el apoyo de un único escaño ajeno a su partido? ¿Cómo es posible que afrontara la negociación con UNIDAS PODEMOS como si contara con una mayoría absoluta que no tiene? ¿Cómo poder entender que cuando UNIDAS PODEMOS era la única opción posible para formar un gobierno de coalición en nuestro parlamento hayan sido incapaces de ponerse de acuerdo?, ¿Realmente las dos partes querían alcanzar ese posible acuerdo?, ¿Ha existido una negociación real o ha sido todo un simple paripé para engañar a los incautos de turno? ¿Qué queda ahora?, ¿Volver a empezar?, ¿Nuevas elecciones?, ¿acuerdos con la derecha?
La tragedia de la izquierda de este país es que, tras cuarenta años de dictadura y cuarenta de apisonadora socialista con la mayor parte de los medios de comunicación de su lado, prácticamente ha desaparecido de la escena política. El PSOE de nuestra democracia ni es, ni ha sido, ni será nunca de izquierdas, por mucho que ellos y sus palmeros se empeñen en autoproclamarle así. Repasar su historia reciente sonrojaría a los militantes auténticamente de izquierda que tuvo y, aunque minoritarios, sigue teniendo. Los trapicheos de la transición, aquel renunciar al derecho de autodeterminación y a tantos y tantos otros, la manipulación del voto útil que tanto daño hizo a la izquierda de este país, el referéndum de la OTAN, los GAL, los recortes y la renuncia a implementar una verdadera política de izquierdas, el 155 y antes el 135, los ERE andaluces, el abandono del pueblo saharaui, la constante negativa a que de verdad se investiguen las cloacas del Estado o los miles de casos de tortura sin siquiera investigar documentados y denunciados hasta por los tribunales europeos y Naciones Unidas, la elección de jueces y magistrados con el PP como si fuera un simple cambio de cromos, la criminal política de fronteras que está asesinando cada día a inocentes en nuestras aguas, el bloqueo en puerto de barcos como el Aita Mari o el Open Arms dispuestos a zarpar para salvar vidas… Somos lo que hacemos y repasar la historia reciente del PSOE deja bien a las claras que jamás ha pasado de ser un partido socialdemócrata moderado más proclive a pactar con la derecha que con la izquierda. Que gracias a su labor se han conseguido avances sociales y políticos como la despenalización del aborto, la ley de memoria histórica o la de protección contra la violencia de género nadie lo duda, pero es tan poco comparado con lo que podía haber hecho habiendo gobernado este país tres veces y una de ellas con una mayoría aplastante…
La defenestración de Pedro Sánchez como Secretario General del PSOE por el ala más conservadora de su partido nos hizo soñar, a su regreso, con la posibilidad de contar, por primera vez en la historia de nuestra democracia, con un partido socialista que hiciera honor a su nombre y a su historia. Fuimos muchos quienes pensamos que habiendo mordido el polvo y comprobado en sus propias carnes cómo se las gastan sus correligionarios de partido y los verdaderos mandamases de este vetusto y carca país, habría aprendido la lección. Pero no fue así. UNIDAS PODEMOS trabajó incansablemente una moción de censura contra Mariano Rajoy y un PP absolutamente podrido por la corrupción para auparle a la presidencia del gobierno. Y lo hizo a cambio de nada. La moción triunfó para sorpresa incluso de Sánchez y el PSOE, que no podían creérselo. Y su gobierno empezó bien trayendo a nuestro país al Aquarius dando una lección de humanidad a la vieja Europa neofascita que está renaciendo. Pero, como ocurrió con Zapatero con la retirada de las tropas de Irak, poco duró la alegría y Sánchez pronto empezó a poner trabas a los barcos de las ONGs que podían salvar vidas, a intentar que las personas rescatadas no llegaran a nuestro país, a no oponerse a los dictados de ese émulo de Mussolini que es Salvini y a acabar superándole por la derecha ya que mientras el italiano se ha limitado a prohibir la entrada de los barcos con personas rescatadas en sus puertos, nuestro presidente ha llegado a prohibir incluso salir a los barcos de nuestros puertos permitiendo con ello que centenares de personas mueran frente a nuestras costas. Con esta política de fronteras Pedro Sánchez y su gobierno no solo han permitido que el Mediterráneo se convierta en un cementerio de personas inocentes, sino en un patíbulo donde a diario las ejecutan.
El terror a que las descaradas mentiras y las constantes fake news de los Riveras y Casados de turno pudieran cuajar en la sociedad española y perjudicarles electoralmente al asociar al PSOE nada menos que con los peligrosísimos independentistas catalanes que lo único que quieren es acabar con la sacrosanta unidad de la patria, el gobierno de Sánchez anduvo capeando el temporal político como pudo durante meses provocando una esclerosis administrativa que se vio agudizada por el sistemático bloqueo que, desde su mayoría en la Mesa del Congreso, PP y Ciudadanos ejercían contra toda iniciativa mínimamente progresista que pudiera plantearse. La cobardía mostrada para abordar el conflicto catalán desde la única perspectiva que puede ayudar a resolverlo, la del diálogo sincero y las propuestas políticas en lugar de la negativa sistemática y la represión policial o judicial, llevó a que los independentistas, hartos de tanto decir sin hacer, se plantaran y se negasen a aprobar los presupuestos generales que había presentado el gobierno de Sánchez. Que aquella negativa abocara al país a nuevas elecciones generales y demostrara que ni por activa ni por pasiva había pacto alguno entre Sánchez y los independentistas no hizo que PP ni Ciudadanos se desdijeran de sus mentiras e insultos, sino todo lo contrario, las mantuvieron erre que erre aún en contra de todas las evidencias.
Puestas así las cosas, la aparición de VOX a la derecha del PP supuso un serio toque de atención para todos los partidos. A los de la derecha porque suponía que el pastel se lo repartirían entre tres y no entre dos, y a los de la izquierda porque veían clara y diáfana la amenaza de la derechización de toda la derecha para cubrir el hueco por donde se les había colado VOX. Tras unos pactos de trileros en los que unos y otros creyeron que habían engañado a las ciudadanas y ciudadanos de este país, los tres partidos de la derecha alcanzaron el poder en Andalucía y otras ciudades y comunidades autónomas. La desmembración de la derecha en tres fuerzas políticas y el miedo a un gobierno influido por VOX hizo que la participación electoral el 28A fuese más elevada de lo normal. La izquierda salió en masa a votar. El voto útil, una vez más, benefició al PSOE que, siendo la fuerza más votada, ganó las elecciones duplicando en escaños al PP que quedó como segundo partido más votado. Con respecto a UNIDAS PODEMOS duplicó sus votos y triplicó sus escaños. La aritmética parlamentaria dejaba claras varias cosas:1) que el PSOE había sido la fuerza más votada 2) Que no tenía escaños suficientes para gobernar en solitario 3) Que solo con la improbable coalición con PP o Ciudadanos podría alcanzar la mayoría absoluta 4) Que dadas estas circunstancias, el único gobierno de coalición posible era con UNIDAS PODEMOS, aunque juntos no llegasen a alcanzar la mayoría absoluta y precisasen del voto favorable o cuando menos la abstención de los partidos nacionalistas e independentistas.
Y aquí empezó el absurdo baile que nos ha tenido pendientes de dimes y diretes durante tres eternos meses que se han desperdiciado por completo y han dejado la negociación entre ambos partidos para los últimos tres días. Solo de estrategia intencionada o de tremendo error de cálculo cabe calificar que el PSOE no moviese un dedo durante estos tres meses para avanzar una negociación que no tenía fácil. Que si gobierno monocolor, que si de coalición, que si de cooperación, que te doy secretarías pero no ministerios, que el problema es Pablo Iglesias, que si no está Iglesias una vicepresidencia y tres ministerios… Ni aún queriéndolo podía el PSOE haber negociado peor. Nada de programas, nada de darle tiempo a la negociación, nada de ponerse en los zapatos de UNIDAS PODEMOS, nada de respetar la proporcionalidad de los resultados electorales, nada de respetar la confidencialidad de las negociaciones… El sumun del despropósito se alcanzó el miércoles pasado por la tarde cuando se filtró a la prensa un documento en el que se recogían las “exigencias” de UNIDAS PODEMOS que, a la postre, resultó ser falso ya que había sido editado y le habían cambiado el título de “propuestas” por “exigencias”, además de ser un documento inicial de trabajo que recogía los puntos a negociar y no las líneas rojas que en UNIDAS PODEMOS no estaban dispuestos a rebasar. Son muchos los hechos que demuestran que el PSOE no quería llegar a ningún acuerdo con UNIDAS PODEMOS: 1) que se presentara a la investidura sin haber negociado antes los posibles apoyos imponiendo un «trágala» a todos los demás 2) que no dejara ni por un momento de pedir la abstención de PP y Ciudadanos para no necesitar el apoyo de UNIDAS PODEMOS 3) que quien filtró ese documento manipulado fue la oficina de la vicepresidenta del Gobierno que no se ha cansado de repetir que ella no ha filtrado nada mintiendo descaradamente frente a todas las evidencias 4) nuestros políticos han aprendido con rapidez a mentir más que a hablar, pero todavía no dominan el lenguaje corporal y, viendo la actitud de Sánchez en el Congreso durante las intervenciones de Iglesias en las que rehuyó su mirada en todo momento, estaba claro que quería todo menos alcanzar un acuerdo con él 5) Una nueva traición del lenguaje corporal fueron las sonrisas generalizadas de alivio que poblaron la bancada socialista al confirmarse en la segunda votación que Sánchez no había sido elegido presidente y que, por tanto, el acuerdo con UNIDAS PODEMOS había fracasado 6) que el PSOE, en boca de esa vicepresidenta que tanto le ha calentado la oreja a Sánchez durante estos días, no haya tardado ni dos días en retirar la ultima oferta que hizo a UNIDAS PODEMOS ratifica que nunca quisieron que UNIDAS PODEMOS la aceptara 7) Todas las intervenciones de Sánchez y la portavoz socialista Adriana Lastra en la sesión final de investidura no estuvieron orientadas a intentar alcanzar un acuerdo in extremis de última hora, como sí les propuso Pablo Iglesias, sino a fijar el relato, su relato, de que había sido UNIDAS PODEMOS quien se había cargado la negociación con su prepotencia y su falta de generosidad política. El altavoz de los medios de comunicación apoyando su relato se ha encargado de que Pablo Iglesias aparezca ante la opinión pública como el culpable de que no tengamos gobierno de progreso a día de hoy.
Sin duda también por parte de Pablo Iglesias y UNIDAS PODEMOS se han cometido errores de bulto. El primero entrar en el tramposo juego de filtraciones y descalificaciones en el que el PSOE es un consumado experto. El segundo, y consecuencia directa del anterior, haber aparecido ante la opinión pública como un mendigo de ministerios y sillones y no un partido serio que negocia propuestas y programas. Lo único que ha trascendido de las negociaciones es el número de ministerios que querían y el de ministerios que les ofrecían. Sabiendo cómo se las gasta el PSOE, el apoyo de los medios que tiene y el interés de quienes realmente mandan en el país, la candidez de Pablo Iglesias y UNIDAS PODEMOS en todo este proceso ha sido, cuando menos, alarmante. Haber impedido que Sánchez formara gobierno en 2016 le costó a la izquierda un millón de votos. Hoy, si vamos nuevamente a elecciones, podría costarle otro más por el desencanto y la desilusión que ha provocado el frustrante resultado de esta negociación. Este desastre junto a las graves divisiones internas de UNIDAS PODEMOS son las peores cartas que puedes tener para jugar en la partida de las elecciones. Quizá eso es lo que busca el PSOE, aniquilar electoralmente a Pablo Iglesias, pero está jugando con fuego porque, aunque volviese a ganar en unas nuevas elecciones como todos los pronósticos indican, es prácticamente imposible que lo haga con mayoría absoluta y, en cambio, hay muchas posibilidades de que la suma de los tres partidos de la derecha, si se confirma la abstención de la izquierda, pueda llegar a formar gobierno. Por otro lado, habida cuenta de la previsible sentencia del Supremo en el juicio del “Procés”, la diada del 11 de septiembre y el aniversario del 1 de octubre, en otoño será mucho más difícil poder contar con el apoyo o cuando menos la abstención de partidos como ERC con los que sí ha contado ahora y a los que, seguramente, volverá a necesitar.
La pregunta es ¿Qué ha ganado el PSOE con el descarrilamiento de la negociación? ¿Cargarse definitivamente a Pablo Iglesias? ¿Romper la alianza entre Izquierda Unida y Podemos? ¿Conseguir un puñado más de escaños? ¿Contentar a sus bases de verdadera izquierda con este simulacro de negociación y dar al mismo tiempo lo que querían al IBEX 35 y a los poderes fácticos de este país? ¿Imponer su relato en el que aparece como el adalid y único partido con opciones a gobernar de la izquierda en España? ¿Fortalecer el bipartidismo perdido? Son muchas las preguntas que los ciudadanos y ciudadanas debemos hacernos en estas circunstancias, pero una es la que Sánchez debería hacerse por encima de todas las demás: ¿Habrá valido la pena todo este paripé habiendo corrido el riesgo cierto de tener a Casado de presidente, y como bien advirtió Gabriel Rufián, a Arrimadas de ministra de Interior y a Abascal de Defensa dentro de cuatro meses?
Poco antes de la sesión de investidura, Pablo Iglesias realizó una jugada excepcional que desbarató por completo la estrategia del PSOE: al señalarle Sánchez a él como único impedimento para alcanzar un acuerdo, apartarse a un lado renunciando a formar parte de cualquier gobierno que pudiera formarse. El PSOE se había quedado sin más excusas que poner, pero se recuperó pronto de su estado de shock y arrojó una cortina de humo ofreciendo una vicepresidencia y tres ministerios callando que dos de ellos eran ministerios descafeinados ya que Sanidad está transferida a las comunidades autónomas y Vivienda no tenía atribuciones para incidir en alquileres o desahucios entre otras cosas. UNIDAS PODEMOS rechazó esa última oferta pensando que, quizá, habría otra más. Pero no fue así y el PSOE se agarró al rechazo de UNIDAS PODEMOS a su propuesta para culpabilizarle del fracaso de la negociación. UNIDAS PODEMOS había picado el anzuelo y el PSOE se salía de nuevo con la suya. Dos horas antes de la segunda votación colgué un comentario en Facebook que decía: “Viendo lo visto si yo fuera Podemos hoy votaría sí a la investidura de Pedro Sánchez a condición de
no estar en su gobierno. 1) porque el PSOE ni es ni será de izquierdas 2) porque ni dentro del gobierno tendría fuerza para sacar adelante sus propuestas y 3) para demostrar que sí hay un partido que antepone dignidad y principios a sillones” No sé qué hubiera pasado si UNIDAS PODEMOS hubiera hecho esto. Posiblemente tendríamos un gobierno monocolor del PSOE muy inestable que buscaría el apoyo o la complicidad de los partidos de la derecha, como ha estado haciendo durante todo el proceso de negociación con UNIDAS PODEMOS, pero tendríamos una oposición claramente de izquierda que tendría las manos libres para controlar la gestión del ejecutivo y apoyarle en las medidas realmente progresistas que propusiera. Que Izquierda Unida, días después, haya salido a la palestra política recomendando esta opción si no hay posibilidad de gobierno de coalición PSOE/UNIDAS PODEMOS es una luz de esperanza, aunque quizá una luz que se ha encendido demasiado tarde. Confiemos en que no. Este país no se merece a Casado de presidente, ni a Arrimadas y Abascal de ministros.